Por: Mariana Cardona Rodríguez
Nuestra historia dejó de leerse hace mucho tiempo. Dejamos de vernos a los ojos y de observar nuestros rostros cansados, pálidos y ojerosos. No solo porque preferimos mirar el suelo al caminar, sino porque nos cuesta levantar la mirada. Aprendimos a usar mascaras que cuentan mentiras por sí solas, aunque nuestros ojos reflejen la realidad y nuestro cuerpo lleve tatuada la historia, no hemos querido verla. Ignoramos lo que nos ha formado y lo que nos rodea.
Cae la noche y asistimos al mismo baile de máscaras, aquel al que vamos hace tanto tiempo que se nos olvidó el por qué; igualmente, no hay motivo para celebrar. Asistimos porque no tenemos otro lugar a donde ir, todos los presentes pasan la noche bebiendo de un trago amargo y bailando siempre la misma canción, aquella que desconocemos quien la inició, pero no hemos logrado (o no hemos querido) terminar.
No conocemos nuestros rostros, ninguno ha optado por quitarse la máscara y realmente no queremos saber que hay detrás de ellas, pues a pesar de que solamente sobresalen nuestros ojos, nunca los miramos fijamente. Ha resultado más fácil desviar la mirada para no toparnos con los ojos del otro, evitamos su verdad e ignoramos su historia.
Hemos bailado durante mucho tiempo la misma canción que nadie disfruta. Quizá porque nadie sabe realmente cómo bailarla o porque ninguno se pone en los zapatos de su acompañante para entender los pasos que da. Vivimos ignorándonos, hablando y refunfuñando entre dientes sobre los pasos del otro, sin siquiera levantar la mirada para ver su realidad. Estamos constantemente tropezando los unos con los otros, es difícil llegar a un acuerdo cuando llevamos tanto tiempo discutiendo entre quienes bailan a la derecha y quienes lo hacen a la izquierda, cómo si realmente fuera a solucionar los tropiezos.
Ha sido otra larga velada y hace tiempo que cada noche es más larga y cada día más corto. No ha hecho falta hablarnos entre nosotros para notar nuestro cansancio: estamos cansados de bailar la misma canción, tomar la misma bebida, asistir siempre al mismo baile… Sentimos que hay descontento, sentimos entre nosotros el deseo de despertar, necesitamos despertar.
Necesitamos quitarnos la máscara y asistir a otro baile, uno que no sea de máscaras, uno que no esté lleno de bebidas agrias que amargan la velada. Necesitamos apagar la música, levantar la mirada y ver más allá de las mentiras hechas máscara.
Somos la sociedad que se ha dado la espalda por mucho tiempo y que ha preferido desviar la mirada. Entender que todos hemos bebido del mismo trago amargo y que todos estamos llenos de él, es entender que detrás de esas mascaras hay historias, verdades y realidades que tienen algo en común, que sienten descontento y que se han dado cuenta de que este baile debe llegar a su fin.
Imagen tomada de: https://www.virtualgallery.com/galleries/julia_nunez_pereira_a852676/personajes_s8115/fiesta_de_mascaras_o98963
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