Por: Jesús Obed López Rodríguez
El concepto de libertad puede variar bajo las condiciones que una sociedad experimenta. Esto es porque a lo largo de la historia de las ideas, el concepto se adapta a las situaciones culturales y sociales; hablo de libertad política, libertad moral, y el libre albedrío.
Particularmente el examen que se le ha hecho en los últimos dos siglos a este último me resulta interesante y fácilmente adaptable a la actualidad: El libre albedrío no es un tema de discusión que surge en la sociedad actual, podemos encontrar, muy sencillamente, textos de la escuela escolástica de la época medieval, donde era recurrente su exposición; San Agustín, por poner un ejemplo, consideraba que liberum arbitrium era “la facultad de la razón y de la voluntad por medio de la cual es elegido el bien, mediante el auxilio de la gracia; y el mal por la ausencia de ella”. Incluso, si retrocedemos más, en la Grecia clásica se discutía ya la libertad frente a la naturaleza, frente a la comunidad humana y la libertad personal. No es hasta Kant donde el concepto comienza a ser comparado con el determinismo, poniendo como punto de partida que la necesidad existente en la Naturaleza no impide la libertad; afirma que el determinismo existe en relación con el mundo de los fenómenos pero que la libertad existe en el noúmeno.
Esto puede dar entrada a un dualismo: el del fenómeno y el del noúmeno, parecido, en cierta medida, al que el existencialista francés, Jean Paul Sartre, sostendría. El “yo”, parafraseando a Sartre, está afuera, independiente de toda sustancia material; capaz de decidir con total autonomía sin que algo fuera de él pueda influir. “El hombre está condenado a ser libre” o “Uno es lo que hace con lo que hicieron de él” son afirmaciones que este filósofo del siglo XX nos otorga, partiendo de su premisa: el “Yo” es independiente a la sustancia material. Pero ¿realmente lo es? El problema que hay con esto, es la independencia del “yo” con lo material que, sin duda alguna, puede incluso ser algo muy parecido con el Topus Uranus de Platón. Esta relación la hago teniendo en cuenta que la idea del “yo” es precisamente eso, una idea. Ésta proviene del pensamiento, o sea, del resultado de las conexiones neuronales que suceden en nuestro cerebro (esto indica que posee cualidades materiales, por tanto está formada de átomos). Es posible desarrollar a través del análisis histórico del dominio de la física mecanicista hasta el siglo XX: en particular de las ideas de Newton y su influencia en los físicos del siglo pasado.
Lo que se defiende es que conociendo la posición y la velocidad de todas las partículas posibles podríamos determinar qué posición ocuparan en un momento futuro. Dado que nuestras ideas son producto, como ya se dijo del pensamiento, y que al ser humano le es imposible e acceso a este conocimiento, cree tener libertad, cuando, en realidad solo es mera ilusión.
Este debate entre el dualismo y el monismo, respectivamente, puede llevarnos a reflexionar sobre el peso de nuestras decisiones porque si el “yo” es algo a parte del mundo material eso implica que “yo” soy responsable de mí, de mis decisiones, mis emociones y todo lo que me implica personalmente, por el contrario, si el “yo” es una sustancia material, sujeta a leyes físicas y matemáticas, hacen de mi vida algo predecible, como si ese “yo” no fuera mío. En fin, el problema es bastante amplio y muy apasionante, las preguntas están abiertas y su estudio aún es relativamente joven. Nos queda un enorme camino para descifrar uno de los enigmas más importantes del ser humano, y podemos empezar con la preguntas que le da apertura a este estudio ¿Somos realmente libres?
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