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UNIDOS POR EL ORGULLO, LIGADOS POR LA IGUALDAD

Por: Santiago Sánchez


Si mi hijo viene a casa y trata de jugar con la mansión de muñecas de mis hijas, la voy a romper con su cabeza y diré: Detente, eso es gay" es la despectiva frase de un psique reaccionario con características homófobas que se le atribuye al actor y comediante estadounidense Kevin Hart, quien ha mostrado su hostilidad hacia la comunidad homosexual en más de una ocasión mediante sus comentarios sexistas. Esta era la actitud característica del Deutsches Reich, como se le denomina normalmente a esa etapa histórica de autocracia y persecución modular. He aquí, donde lo más probable sería deducir que, con el fin del absolutismo hacia el siglo XVIII, expiraría el desprecio por el vulgo LGTBIQ+ en los regímenes donde los gobernantes son tamizados por medios democráticos, pero la hétero – normatividad adjudicada en las urnas quebrantó esa ideología y actualmente las administraciones autoritarias y anti - sodomas están a flor de piel, como coloquialmente se diría. Colombia no es la excepción.

Lesbiana, gay, mariposo, arepera… y muchos otros epítetos se emplean para deslindar, y, en la mayoría de las ocasiones, descalificar a una comunidad marginada durante décadas. Sin darnos cuenta encapsulamos en una sola palabra toda una actitud de nuestra sociedad, expresamos la intolerancia, la irreverencia a las diferencias que todavía nos caracterizan como grupo social irracional y negamos esa simbiosis entre las administraciones y las acciones criminales antidemocráticas que discriminan al conglomerado LGTBIQ+. En Colombia hay una situación muy interesante de contraste. Hay avances muy grandes en la jurisprudencia, acotados a través del litigio estratégico ante instancias como la Corte Constitucional. Hay iniciativas sugerentes de política pública, y experiencias únicas a nivel mundial, como las voces LGTBIQ+ en la agenda de la paz. Pero, el litigio no puede ser lo único. Permite que se escudriñe un estándar, pero se necesita suprimir la impunidad, consolidar una acción de justicia y de políticas públicas conformes a la demanda social. Los obstáculos del acceso a la justicia son tan voluminosos, que la mayoría de los casos ni siquiera se denuncian. Son muchos los delitos de los que ni siquiera nos enteramos. En general, no lo digo particularmente por el caso colombiano, hay que ensamblar ese litigio estratégico con la percepción de la gente hacia las personas LGTBIQ+. El problema es que alrededor del mundo, consistentemente, se han puesto en su lugar órdenes que asocian automáticamente a las personas LGTBIQ+ con tres cosas: el delito, la enfermedad y el pecado. Por lo tanto, se considera a las personas del conglomerado como delictivas enfermizas, y pecaminosas. Esto afianza la idea de que no pueden ser buenas personas. Por eso, existe una convicción de que es válido, legítimo, ser violento contra ellos y ellas, pues los mecanismos de represión son violentos en sí mismos.

Generalmente el mundo debería entender, que cuestionar la homosexualidad es tan torpe como ignorar la existencia del sol y la luna. Bastaría con apoderar las innumerables explicaciones que ofrece la ciencia sobre el carácter natural y no optativo de la orientación sexual, para cerrar el arcaico capítulo del mundo polarizado entre hombres y mujeres.

Tal vez quedan por hacer algunos comentarios, y afirmar que para nadie es un secreto que nos encontramos en un momento de retroceso en materia de los derechos alcanzados para las personas pertenecientes al conglomerado LGTBIQ+, y que esto a su vez es parte de un proceso histórico y sistémico de discriminación hacia aquellos y aquellas que nos atrevimos a ser dueños y dueñas de nuestros cuerpos, de nuestro género, dueños de la vida y de la libertad.

Bien sé, que hay que dejar de lado el debate disoluto que dimensiona la homosexualidad como un problema y desnudar la vergonzosa homofobia que campea de manera conveniente por las calles llenas de riqueza cultural y étnica del país y que se eleva ante los ojos de todos como una de las formas más infames de discriminación. La mera razón, o sentido común, como algunos la han apodado, es suficiente para derrumbar el ilógico conjunto de estigmas inmerecidos, prejuicios desventajosos, estereotipos enraizados y sobre todo, tabúes aceptados acríticamente con los que se califica de manera ligera a la población y que se deslizan peligrosamente hacia la misantropía y la validación de la ley del más fuerte.

Inicialmente se habla de Happy Pride, pero no es así, el día del orgullo más que una celebración avasallante es un proceso de reivindicación, hay mucho por aprender sobre la homofobia, es necesario escuchar más voces y empezar a conectar con sus vivencias. Este año se conmemora el 51th aniversario de los disturbios en StoneWall Inn y la lucha anti - sistémica que nos persiguió, torturó y asesinó arbitrariamente por ser contrarios a lo moralmente natural, 51 años en los que nos sentimos orgullosos por lo que somos y no por la etiqueta que nos ha designado la sociedad.

Quiero insistir en que más que un pride para celebrar, es un pride para conmemorar. Todo lo que se dice en contra de mi comunidad es producto del fanatismo y de la deshumanización de años de historia conservadora y exorbitante, mis hermanos y hermanas de lucha duelen. Está en nuestras manos entender y respetar la humanidad, nuestra base es humana no sexual. Nadie tiene derecho a juzgarte por lo que eres “¿te acepto? ¿te tolero?” no tienen el poder de aceptarme o tolerarme, desde mi activismo no lo permitiré. Nos tienen que respetar. Mi comunidad muere cada día, sea por VIH, homofobia, transfobia, serofobia o negligencia del Estado como lo fue el caso más reciente con Alejandra Monocuco, quien por inatención de los paramédicos que llegaron al lugar, falleció en la madrugada del 29 de mayo en el barrio Santafe en Bogotá. En muchos casos y aun hoy, en pleno siglo XXI somos voces invisibilizadas por la discriminación, pero esta lucha homófila en contra del Estado clasista contemporáneo apenas comienza, y es deber de todos y todas desaprender esos roles de género perpetuados a lo largo del devenir histórico y buscar alternativas a ese modelo hegemónico de polarización que incorpore nuevas perspectivas.


 

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