Por: Andrés Bueno
Como si fuese la continuación de la obra de Torres Giraldo, nos referimos como inconformes, a quienes en el actual orden de las cosas no encuentran armonía, sienten soslayada su mente y fuerzas, un circunloquio perpetuo de monotonía, una insatisfacción total, sienten que no calza el ahora, atenuando débilmente en una quimera toda posibilidad de francamente la mejoría de su vida, -por raro que parezca, el sentir es el primer paso a la inconformidad-.
¿Y ahora qué sigue?, existen dos tipos de inconformes principalmente, en primer lugar, quienes se disgustan, absortos en su cólera se ahogan con ella misma, sobre caen en una tragedia de resignación o peor, de solo alaridos de dolor a cada momento , en segundo lugar, también es una tragedia, puesto que, su voluntad trascendente se estrella con la eterna pregunta ¿qué hacer?
Surge, en primera medida, que para plantear las tareas inmediatas para quien se siente inconforme se requiere un paréntesis, esta inconformidad no es certeza en su primer momento, más la va generando, siendo el germen.
Este estado de subjetividad del individuo no se puede quedar en ello, todo esto es un fenómeno social que afecta a todos sus integrantes, siendo que, como las manecillas del reloj, para que la horaria marque el final de un momento para dar comienzo al otro, el minutero deberá ir a cada instante avanzando, y ni hablar del segundero, que no debe parar en su constante correr, todo como una relación dialéctica, el peor error es verla mecánicamente, como un hecho que sucederá, está en el actuar el cambiar de ese estado de inconformidad, a un estado de conciencia; el transformar la realidad requiere claro está, de un conocimiento de la misma, un estudio a la par de una práctica, esta eterna relación nunca debe de ser separada.
Quien se siente inconforme en el hoy, debe por sobre todo, amar esa inconformidad, sentirla suya, compartirla, organizarla, y avanzar; ¡Sientan la gloria de ser inconformes ante el actual orden de las cosas que con rígida injusticia trata a las capas más amplias de nuestro bello mundo sometiendolas a la más rotunda miseria!
Quien quiera ser inconforme, debe de tomar una hoja y un lapicero, cualesquiera que sea el color, todos son permitidos en este crisol, seguido a ello, mire el cielo y su alrededor, piense en cómo se ha levantado en la mañana, en que ha hecho después para ya pensar en que hará en todo el dia, piense en cómo se le trata -y usted trata- con quienes comparte en su trabajo, universidad, colegio o casa, recuerde como se devolvió a su hogar, lo apretado que estuvo en el bus, el hambre que pasó, el estrés de las preocupaciones, anhele la quincena que vendrá, y luego recuerde en que la gastara; llegue a su casa, deje el maletín en una silla y retome en sus cabales a la hoja y el lapicero del comienzo, después de este ejercicio, nunca pierda del hilo que cada dia sera igual, puede dejar tirado todo esto y descomponerse en el alcohol, las drogas, las fiestas, los excesos, todo ello para evadir el peso de que a la mañana siguiente, retomara, hay quienes dejan toda la sociedad, o más bien, la sociedad les deja, el individuo por más ermitaño siempre llevará en sus espaldas a ese armatoste a la par que en su mente a sus practicas.
Por fin, luego de mucho resonar, se reincorporara de vuelta en su hoja y lapicero, con toda la inconformidad de lo anterior, sin ninguna resignación y escriba: La lucha derrotada es la que se hunde sobre su propio peso, carece de los cimientos de la organización, de los refuerzos de la agitación, de la vanguardia revolucionaria y por sobre todo de los otros inconformes.
Bajo la lógica anterior, se podría tachar todo lo anteriormente expuesto como de someterse a la inmediatez del descontento bajo la mira simple de focalizar en las problemáticas que atañen el dia a dia, bajo esta premisa encontramos, como en toda mentira un rastro de verdad, de las mayores acusaciones que se le hacen al actual caudal de exigencias es la de una necesidad de reformar, como quienes en su antípoda señalan la no posibilidad de estas y la certeza de la radicalidad, veremos estas dos miradas son una trampa de piso falso, el buscar firmeza en ellas solo lleva a un vacío foso eterno, el primero presupone simplemente mirar la impotente inconformidad, el segundo, nunca salir de la misma, dos caras de la misma moneda, la no comprensión de la elevación de la contradicción.
Todo se resume en que la trinchera posee dos direcciones de lucha, pero una longitud de frente que solo se puede ver al asomarse con todos los riesgos que esto representa.
Lo inmediato no es lo imperativo, lo inmediato es lo que constriñe al ahora para convertir el después, es entendiendo esto que resolveremos toda tarea a resolver, ser inconforme es la antítesis de ser indiferente, dar un paso no al costado si no al frente.
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