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EL MANIFIESTO DE DINACODIA

Por: Juan Manuel Sánchez


“En medio del camino de la vida

me vi perdido en una selva oscura,

la buena senda errada y la andadura,

cuando el alma vagaba adormecida.

Largo fuera contar, que no se olvida,

cómo era aquel lugar de desventura

y es solo recordar tanta amargura,

y la mente quedar despavorida.


Aquel lugar terrible, desolado,

aquel lugar inhóspito, intrincado,

aquel lugar de pena y destemplanza,

aquel vagar sin rumbo ni sentido,

y cuanto más los pasos, más perdido,

solo a la muerte tiene comparanza.”


-Divina comedia-Canto 1-Dante Alighieri.


Imagine que usted se encuentra abrazado por la soledad en una selva oscura, puede si acaso ver el contorno de ciertas figuras, pero eso no es suficiente para que usted pueda correr y encontrar una salida, lo invaden lentamente los sonidos de animales que se han adaptado evolutivamente para hacer de la noche el momento perfecto para salir a cazar. En ese contexto, es natural que lo invadan una serie de miedos que poco a poco llenan su mente. El miedo a la muerte, el miedo a la soledad, al desamparo, el miedo a no poder estar para aquellas personas que usted ama. El miedo lo lleva a quedarse callado, paralizado, restringido de todo tipo de acción, excepto aquellas acciones involuntarias como el sudor o el palpitar del corazón ante la excesiva ansiedad que recorre todo su cuerpo.


Pienso que todos tenemos entre nuestros miembros, una selva oscura como Dante. Es una selva oscura que tratamos de evitar a como dé lugar, porque la entrada a ese espacio implica un horror tremendo, implica acercarse a aquellas heridas que no se han cerrado del todo y que representan un dolor que se evita de mala manera para seguir adelante.


La forma como descubrí esa selva oscura en mi vida trae una historia y se la quiero compartir en esta columna. Todo comenzó a finales de abril de 2021, se reiniciaron las manifestaciones que se dejaron en pausa por la pandemia, yo me encontraba estudiando para obtener un buen icfes y tenía miedo de que la Universidad Nacional hiciera su conocido y casi imposible examen.


Las imágenes empezaron a llenar todas las redes sociales; las imágenes de la asquerosa brutalidad para nada justificada del ESMAD, imágenes de los “ciudadanos de bien” disparando contra los manifestantes, uniformados, vistiéndose de civiles para actuar como si fueran protestantes y vandalizar infraestructura pública. Cali sitiada por las fuerzas Armadas, vías cerradas y la incompetencia del presidente para tomar decisiones, para retractar sus propuestas y tragarse ese orgullo inexistente que lo mantiene inflado.


Empecé a llorar sobre el teclado de mi computador desde las protestas de 2019, pero empecé a sentir ansiedad y desespero desde lo sucedido en las protestas en el barrio Verbenal en Usaquén-Bogotá por la muerte de Javier Ordóñez en 2020. Policías mataron a bala a 3 jóvenes. El video de esta reconstrucción del medio de comunicación “La silla vacía” lo puede encontrar en YouTube bajo el título: “La silla vacía reconstruye como policías mataron a los tres jóvenes del barrio Verbenal”.


Al ver la crudeza, al sentir la impotencia y al normalizar el sufrimiento viendo a un pueblo miserable y desamparado, los insomnios se volvieron constantes. De vuelta a 2021, cada explicación de mis maestros era indispensable para que pudiera obtener un buen puntaje en la prueba de estado, pero mi mente no estaba ahí, mi mente estaba con Lucas Villa y rogándole al cielo que se recuperara de los 8 disparos que recibió.


Fue hasta en una conversación que mantuve con mi mejor amigo Kiki cuando todo cambió. Hablando con él, me di cuenta de que no era el único que estaba destrozado por la situación en nuestro país. Kiki me contaba la tristeza, la ira, pero al final la impotencia que sentía al ver lo que sucedía, pero sintiendo que no podía hacer mucho para ayudar. ¡Impotencia! Así me sentía en mi selva oscura. Viendo como mi pueblo sufría y yo sintiendo que no podía hacer nada, con el miedo de que al alzar un poco la voz me hiciera entrar a la lista negra de algunas personas, con el miedo de decir la verdad y que esa verdad pudiese molestar a las personas que aprecio. Y me cansé, me cansé de callar, me cansé de ver como el tiempo pasa, como sigo en mi monotonía olvidando a aquellas personas que sufren en mi país. Me cansé de ahogar mis gritos exigiendo justicia, me cansé de la maldita insensibilidad.


Existen muchas personas con miedo que creen que solo existe una manera relevante de hacer un cambio contundente en este país. Hay personas que piensan que son incapaces de ayudar, sintiendo que no son suficiente, que no tienen la capacidad, que tal vez no han estudiado lo suficiente. Y por eso escribo este manifiesto.


Me apego a la segunda definición que da la RAE sobre manifiesto: “Escrito en que se hace pública declaración de doctrinas, propósitos, o programas” En este caso, no es mi deseo declarar una doctrina ni ningún tipo de programa; solo un propósito, una idea que, aunque puede ser obvia para algunas y algunos, es revolucionaria dadas las circunstancias.


Me dirijo a todas aquellas personas que como yo se han sentido insuficientes, que ven con horror lo que sucede en el país y sienten que no están capacitadas para hacer algo. Si aquellos que supuestamente se han formado para dirigir nuestro país, no han logrado conseguir un país en paz, menos desigual y más justo, ¿Entonces seguiremos esperando a que la casualidad nos sonría? Y no me malinterprete, los estudios son realmente importantes, pero no tenerlos no debe ser una excusa para no luchar por aquello que es justo.


Tampoco creamos en aquellas falsedades y mentiras acerca de que la única solución es por medio de las armas, de la destrucción y la violencia. ¿Acaso en estos 210 años de historia no ha sido suficiente la sangre que ha sido derramada? ¿Buscaremos solucionar las cosas de la misma manera que lo ha hecho un Estado fallido que aún ve hoy como los narcos, los paramilitares y los guerrilleros siguen desangrando nuestra nación? Y usted puede buscar todos los argumentos de ejemplificación para demostrar que todas las revoluciones han sido por las armas ¿Y en cuántas de ellas hoy en día mantienen la plenitud y la soberanía del pueblo? Si queremos demostrar un cambio debe ser demostrando que no somos iguales a nuestros antepasados, que queremos paz y que nuestra manera de actuar es radicalmente diferente a la de un gobierno asesino.


Entonces utilicemos el poder de las palabras a nuestro favor, aquel poder tan despreciado por unos, pero tan efectivo siempre. No hay nada más poderoso que un argumento que calle los fusiles, calle los misiles y que derrumbe a los idiotas que se sostienen en la mentira. Garzón, experto de ese poder, maniobraba tan bien que mientras a algunos hacía reír, a otros hacía sudar frío.


Usemos el poder del arte, combustible de todo estallido social, para romper todos esos corazones de piedra, para exponer aquellas cosas que los corruptos quieren esconder, para representar una realidad olvidada y para exponer aquella realidad que todos quieren ignorar.

Entonces tomemos estos poderes en nuestras manos y hagámoslos propios, que lleven a los desconectados al infierno que se ha convertido nuestra nación, pero sin olvidar mostrar que, a pesar de todo, también tenemos un cielo.

Despojémonos de ese miedo que oculta nuestro verdadero ser, rompamos esas cadenas impuestas por el miedo. Grita, canta, baila, escribe, dibuja, se libre de ser quién eres y decir lo que sientes.

Bienvenidos a Dinacodia. Un espacio el cual lo puede llevar del Cielo al Infierno o lo puede dejar… En un profundo purgatorio.

 

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