Por: Mariana Cardona Rodríguez
Es lo que decimos al contar una historia que parece haber tenido más de un comienzo.
Esto parece, pero no es historia. Es la corriente de un río que ha venido oscureciendo cada día más. Es la corriente que lleva consigo guerra, muerte, violencia; aquella que arrastra cientos de historias y problemas de un pueblo que padece su historia, esa misma, de la que ya ningún colombiano quiere saber. Ha bastado con construir puentes para evitar el mínimo contacto con sus aguas, huyendo de su mal olor y suciedad. Es más fácil pasar por encima y sólo esperar que más adelante desemboque en otro lugar.
Nos hemos acostumbrado a construir puentes. Preferimos construirlos a limpiar el agua, ¿cómo no? El agua contaminada es vieja, viene desde lejos y ya tiene su historia, tratar de limpiarla sería sólo una pérdida de tiempo. Construimos puentes para “superar el problema” aunque nos demos cuenta de que el olor llega hasta arriba. El olor deja de molestar cuando se vuelve normal. De eso se trata: normalizar. Es curioso que resulte más fácil vivir en un ambiente tan peligroso, voraz, asesino. Somos parte de un juego sin reglas, que nadie sabe jugar, nadie sabe cómo empezó ni cómo va a terminar, pero entonces viene el gran dilema: ¿Quién es quién en este juego?
Todos participan en el juego, aunque nadie sabe su personaje. Bien podemos ser de los que están abajo del puente, aunque cada que tenemos la oportunidad, lo subimos. Quienes deciden no subir el puente y se detienen a observar el río, darán cuenta de que en ese color oscuro que se observa a lo lejos resaltan distintos tipos de desechos; distintos tipos de problemas, que requieren distintos tipos de soluciones. Algunos lo han hecho, no muchos. A veces parece que lo intentamos.
Muchas iniciativas han surgido para combatir los desechos que lleva la corriente: ideas, proyectos, movimientos de larga data que pretenden solucionar los cientos de problemas de una sociedad contaminada por su historia. Sería mejor si entendieran que el problema más grande es no entender los problemas, nuestra constante apatía para entender los hechos. Somos una sociedad que se aguanta el mal olor de la corriente, pero no se atreve a mirar qué pasa por ella. Somos un pueblo que no ha querido entender que no hay un solo culpable, que los problemas sociales, económicos, culturales (sí, culturales) corren por cuenta del que lo hace y el que lo deja hacer. Somos la Colombia que sólo quiere construir puentes.
Ser parte del problema y la solución. Nada se explica por sí solo, comprendernos implica entender la historia que nos ha formado, así esté llena de problemas. Darle la espalda y mirarla desde arriba es complicidad, debemos aceptar que los puentes no van a limpiar el río.
Pasar la corriente de un río lleno de desechos, un río viejo que padece su propia historia. Es la Colombia que necesita algo más que solo puentes para empezar a limpiar su río.
Y entonces, ¿por dónde empezar?
Imagen tomada de: https://www.semana.com/nacion/articulo/cidh-alarmada-por-las-violencia-contra-mujeres-afro-en-colombia/405673-3/
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