Por: Sergio Gamboa Delgado
En el sur de Colombia se gestó la Marcha de la Dignidad con el objetivo de llegar a Bogotá y encender la chispa de indignación, y así, convocar a los colombianos a manifestarse contra las criminalidades e injusticias que día a día se viven en el país. Fueron 513 kilómetros recorridos desde Popayán hasta la capital. Los pasos de los y las caminantes, venían cargados de motivos para entender lo que miles de colombianos tienen que aguantar y hacer para sobrevivir a la actual pandemia, al hambre, la desigualdad y otras problemáticas más.
La travesía
La Caravana de la dignidad inició el pasado 25 de junio en el centro de Popayán, la primera etapa era Cali, allí, organizaciones estudiantiles y sindicales estaban esperando a los caminantes. Donde se encontraron con una problemática: “los desalojo como plan de gobierno” como lo menciona Andrés, uno de los caminantes, cuando estuvo en Cali y subió hasta Pance, el lugar donde las familias eran expulsadas de estos terrenos.
Familias que años anteriores habían sido desplazadas por el conflicto armado y que vieron en Pance una oportunidad o un lugar para iniciar de nuevo. “La noticia del desalojo no causo gran atención en los medios, es algo que se vive día a día y para los colombianos que no han vivido la guerra no genera ninguna preocupación” dice Andrés. Esta vez los lentes de los medios de comunicación tradicionales estaban enfocados en el patrullero Ángel Zúñiga, aquel, que se negó a cumplir las órdenes de sus superiores, puesto que no le parecía lógico hacer ese tipo de desalojos en plena crisis y cuarentena. Al final del día no había techo para las familias y un patrullero consciente era el villano de la noticia.
La Caravana continuo y su siguiente parada fue Florida Blanca, se hizo una gran convocatoria para recibirlos, pero los caminantes hicieron una corta estadía. Continuaron hasta Tuluá donde una marcha de antorchas los esperaba, allí pasaron la noche del miércoles. Al día siguiente tendrían como meta llegar a Cartago, durante el camino tuvieron encuentros con ejército y la policía, quienes no querían dejarlos pasar, porque consideraban que era un alto riesgo de contagio, los caminantes no respetaron protocolos que viniera por parte de estas instituciones y continuaron su camino, dice Iván: “ellos no respetan la vida, nosotros no respetamos sus uniformes”.
Ya estando en Cartago (controlada por el paramilitarismo) los ánimos se iban calentando, en un motín hecho al frente del batallón, un gran número de personas realizaron consignas en contra del Ejército Nacional, pues la noticia en Colombia era sobre los siete militares que habían violado a una niña Embera, esto conmocionó al país, Iván cuenta “los militares no esperaban este motín y no aguantaron él voltaje de las consignas, se tuvieron que retirar”.
El viernes en la mañana salieron caminando hasta llegar a Armenia, en esta ciudad participaron de un mural dedicado a los líderes sociales y excombatientes de las FARC-EP, asesinados después de la firma de la paz, en total 1180 muertes. Precisamente es una de las peticiones que vienen haciendo los marchantes, Iván dice: “no se puede permitir que el actual Gobierno siga haciendo lo que se venga en gana, el acuerdo de paz se debe respetar, los colombianos deben salir a las calles a exigir que pare la violencia, por eso, en cada calle, esquina, parque, salón comunal y con pequeños grupos de personas nos sentamos y conversamos la palabra para generar confianza y esperanza de que unidos podemos cambiar esto”.
Con mención del paso por la línea aterrizaron a Ibagué, allí los estudiantes de la Universidad del Tolima los estaban esperando, los marchantes se encontraron con un campamento que vienen realizando los estudiantes por una matrícula cero, una realidad que están viviendo gran parte de las universidades públicas del país. Luego pasaron por Icononzo donde dialogaron con excombatientes, en este lugar hicieron una caminata por el pueblo, “se vieron infiltrados de la policía, decidimos parar la marcha y hacerlos identificar, les pedimos que se retiraran de la marcha. No tenemos miedo, que sepan quienes somos, porque ya no vamos a callar” comenta Iván.
Con otra delegación que se unió en la entrada de Soacha, la marcha por la paz llegó a Ciudadela Sucre donde se encontraron con otro desalojo por parte del Gobierno, al parecer esa es una constante durante la pandemia o una política de gobierno.
En Bogotá entraron el viernes sobre horas de la mañana, una gran cantidad de marchantes los estaban esperando, recorrieron varias zonas, Iván con overol blanco, sandalias, una bandera de la UP finaliza este encuentro y su marcha, haciendo el llamado para que salgamos a marchar en contra del hambre, la desigualdad, el narcotráfico, el paramilitarismo, los abusos de poder de dirigentes e instituciones públicas, los asesinatos sistemáticos y el odio a las clases populares, todas juntas son más peligrosas que el Covid-19.
La crisis se agudizó y la actual pandemia nos obliga tener aislamiento, pero entonces hasta cuando las generaciones de colombianos y colombianas permitirán que sigan atropellando y violentando los derechos, si estos marchantes caminaron quince días, ¿Cuánto tiempo tienes para marchar e indignarte por lo que pasa en Colombia?
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