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LOS MISERABLES

Por: Juan Manuel Sánchez Mesa


“…El autor distingue entre los miserables los hijos de la degradación material, aquellos que nada tienen salvo su probidad; y los miserables producto de la degradación moral, a los que ya nada les queda, pues han perdido incluso aquello que les hace hombres: su humanidad. Ambos tipos de miseria giran en fantástico torbellino en “los miserables”, los unos luchando denodadamente por avanzar hacia la luz, los otros deslizándose

sigilosamente hacia las tinieblas”.

Prólogo, Los Miserables - Víctor Hugo


Desde el 28 de abril comenzó una protesta anunciada desde hace tiempo. La indignación del pueblo colombiano iba en aumento por un gobierno incompetente lleno de una soberbia inexplicable y con una falta de sentido común terrorífico. La gota que colmó el vaso fue el anuncio de la reforma tributaria, una reforma que traía una soga más en el cuello de las familias colombianas en medio de una pandemia.


El resultado de estas protestas ha sido desalentador. Se logró derrocar la reforma tributaria y renunció la “garrapata”, pero todo esto a costo de 42 fallecidos (citando las cifras que hasta ahora se conocen). Para todos esos idiotas que defienden “el fin justifica los medios” les diré NO. El fin nunca justificará los medios, nunca la sangre de nuestros compatriotas será la expiación de los pecados del gobierno.


En las redes sociales se ha visto como los “inmaculados defensores de la paz” disparan a quema ropa a los manifestantes, como de manera violenta detienen a decenas de colombianos y como no se sabe el paradero de muchos de ellos y como mujeres denuncian violencia sexual en las protestas. Ante tal indignación, impotencia, frustración, ira, odio y resentimiento, me acordé de “Los miserables” de Víctor Hugo, una novela que muestra una sociedad muy parecida a la nuestra y donde salen a la luz dos tipos de miserables, unos que sin tener nada van hacia la luz y otros que en su degradación moral van hacia la oscuridad. A estos últimos miserables me dirijo en la presente columna.


A la marioneta; es usted un miserable, un cobarde y un mentiroso. No recordaré sus muchas metidas de pata; pero sí le recordaré sus bochornosas mentiras, diciendo que bajaría los impuestos y que la solución no eran las reformas tributarias. Un sinvergüenza que cree que todos los colombianos somos unos idiotas, que quiso pintar una reforma tributaria como “ley de solidaridad sostenible” para mentirle al pueblo en la cara. ¿Ser solidario? ¿A un montón de déspotas con los bolsillos llenos de dinero untado de sangre? ¿A qué lunáticos se les ocurrió eso? No hace falta que responda la última pregunta, ya sabemos la respuesta. Usted ha perdido todo tipo de moralidad y sus pisadas un rastro de sangre dejan.


A la garrapata; es usted un miserable. Lo autodenominé "garrapata" porque cumple la misma funcionalidad que este parásito. Las garrapatas se adhieren a la piel y comienzan a chupar sangre, estas mismas pueden infectar al organismo con bacterias y otros organismos que pueden causar alguna enfermedad. Y esta analogía sirve para definir cómo usted se ha querido adherir a la piel de este país para succionar los salarios de los colombianos para seguir engordando sus bolsillos. Su modus operandi ya se conocía desde que trabajó con el Matarife, en esos famosos “bonos de agua”. Sacar provecho de proyectos del Estado para aumentar el tamaño de su cartera. Eso sí, me sorprende su generosidad con las empresas buscando la manera en que estas no paguen impuestos, pensé que las ratas solo querían todo para ellas, pero ahora veo que se van hasta lo más profundo de sus madrigueras putrefactas para compartir con la manada. Es usted un miserable, lleno de usura.


Al Matarife; es usted un miserable. Sólo voy a aludir eventos en los que se ha visto usted involucrado en el Paro Nacional, porque al igual que con el caso de "la marioneta", hablar de todos sus crímenes daría para una enciclopedia. ¿Cómo se puede tener la poca vergüenza de condenar los actos armados por parte de la fuerza pública venezolana contra los manifestantes y luego premiar y aplaudir los actos violentos de la fuerza pública colombiana contra los manifestantes? Eso solo tiene un nombre: hipocresía. Usted ya dio la orden de ejecutar a cualquiera que esté en su contra y lo están haciendo fielmente. Las marionetas bailan conforme su voluntad mientras su aliento, olor muerte, sigue asesinando a los y las jóvenes de este país. Quiero recordarle la condena de los asesinos y a los criminales; estos no pueden dar un paso sin que las bocas del infierno se abran, y estas puertas del Hades se pueden abrir en cualquier lugar por más ubérrimo que sea. Es usted un miserable y este pueblo ya se dio cuenta de toda la sangre que sale de su boca a causa del veneno que almacena.


A algunos de los “defensores de la paz”, a esos que han manchado su honor con sangre de civiles, que disparan a matar y no para ahuyentar, a esos que los demonios les han poseído sus carnes y que han perdido todo tipo de humanidad, quienes no les tiembla la mano para ejecutar a un adulto o a un niño, los que avergüenzan a este país violentando a las mujeres psicológica, física y sexualmente, los que no sienten nada ante los gritos agónicos de una madre. Todos ellos son unos miserables, unos carniceros. Esos mismos que creen que los colombianos somos unos idiotas, que se visten de civiles para hacer una dramatización de cómo todos los manifestantes son unos vándalos: ¿tantas medallas para servir de escenografía? Cobardes que detrás de trajes blindados y tanquetas altamente acorazadas, arremeten contra el pueblo. Estos miserables han fracturado su “Dios y Patria”, porque Dios se enciende en ira a causa de las manos cubiertas de sangre y la patria ha visto con horror como estos psicópatas asesinan a sus hijos; y así como la sangre de Abel clamaba a Dios por justicia, así clama a voz en cuello la sangre de todos los colombianos que han muerto injustamente. Aún hay de estos “defensores de la paz” mujeres y hombres que se estremecen al oír los gritos de angustia, que conservan su honor y su humanidad, y que han dado sus vidas al servicio de este país. Sin embargo, cada día es más visible en su bandera el color rojo brillante de la sangre inocente que el blanco de la pureza y la paz.


A los que aprovechan las protestas para robar, a esos mismos que aplauden que hayan quemado un CAI con policías adentro, los que sueñan en que la guerrilla apoye las marchas para obtener una guerra, los que quieren ver a todo el país ardiendo: ustedes son unos miserables. Sin embargo, estos miserables son diferentes, no los cambió el exceso de poder o la usura; estos fueron embriagados de odio a causa de la injusticia, del hambre, de la pobreza, de la desigualdad, de la sed interminable de venganza. Poco a poco se les va borrando su humanidad y su sed de sangre no hace más que aumentar. Pocos de ellos entienden que, con el paso del tiempo, sus mentes se parecen más y más a las mentes del ejército del matarife y su camino se dirige poco a poco hacia la oscuridad para ser marionetas de la muerte.


Y para las demás personas que aprueban estos comportamientos que defienden a estas personas, que no sienten dolor con lo que sucede; a las personas que pusieron una imagen de manifestantes en Cali diciendo que “celebraban” el retiro de la reforma tributaria, a esas personas que reducen las manifestaciones a simples “actos vandálicos”, y que aprueban las muertes de cualquiera de nuestros compatriotas, a todos ellos les digo ¡miserables! Han perdido todo estado de humanidad, han perdido la cordura. ¡Lunáticos! Hoy nuestro país está pasando por horas muy oscuras y ustedes le dan la espalda. ¿Cuánta sangre hay que ver correr para convencerse de lo que pasa? Son como culebras regadas por el país faltantes de empatía, son esclavos del gobierno y como ratas siguen la melodía de la flauta.


Y a las diferentes instituciones educativas y “educadores”: ¡Los libros no salvarán este país, serán los humanos que se forman a la sombra de ellos los que escribirán una nueva historia para esta nación!


A los demás que sufren viendo lo que sucede, que mueren de impotencia en sus casas, que lloran al ver la violencia animalesca de algunos de estos “defensores de la paz”, a ustedes les digo que no están solos. Hay todo un pueblo que no tolera estas agresiones, que luchará por sus derechos, porque los colombianos no nos damos por vencidos. Somos valientes, somos fuertes y no le vamos a tener miedo a esos psicópatas y nunca les vamos a aceptar sus mediocridades. Estamos de pie, debemos estarlo por nuestras familias y por nosotros mismos. Nos pueden quitar todo, pero nunca nos quitarán nuestra dignidad.


No les tenemos miedo a las amenazas que nos puedan lanzar y sufriremos por lo que pase en este país, y veremos lo que sucede así nos salgan lágrimas de sangre de la ira, pero no callaremos, no dejaremos de compartir lo que pasa en redes sociales. La voz del pueblo no se calla, el clamor no calla, el paro sigue y nosotros con éste.


Nota: A ti que me lees: nunca pierdas tu humanidad.

Dedicado a todas las personas desconsoladas por los hechos del paro Nacional y a todas las personas quienes recibieron el castigo de nuestra paz convirtiéndose en mártires.


12/5/2021


 

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