Por: Valentina Duarte Salazar
"Prefiero un acuerdo imperfecto que una
guerra perfecta que siga sembrando muerte."
- Juan Manuel Santos Calderón
Dando un leve vistazo atrás en el tiempo, y en un intento nebuloso por recordar en una nación carente de memoria; hace 4 años el expresidente Juan Manuel Santos, firmaba el Acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con el objetivo de cesar la violencia perpetrada por parte de este grupo insurgente al margen de la ley que había estado acometiendo contra la vida, integridad y seguridad de la sociedad civil colombiana durante más de 50 años de guerra.
Si bien, se podía recalcar que las FARC representaban el “pez gordo” al ser el grupo insurgente más grande del país; entre las sombras de las urbes habitaban (y habitan) dos grupos cuyo supuesto anonimato no es más que una cortina de humo en un intento por mimetizar sus verdaderas identidades. Por un lado tenemos al ELN, una guerrilla de corte comunista, clasificada como terrorista (al igual que las FARC) por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y liderada en un principio por juventudes estudiantiles cuyo propósito de lucha era “liberar al país” obedeciendo al modelo de la revolución cubana de Fidel Castro. A medida que han avanzado los años post-acuerdo de paz, el nombre del ELN no había vuelto a sonar en las noticias, por lo menos no en las metropolitanas, hasta que ocurrió el bombazo en la Escuela General Santander de Cadetes en Bogotá. Este acto terrorista alarmó tanto al país a inicios del 2019 debido a las implicaciones que este acarreaba en términos de seguridad, que provocó una amalgama de especulaciones dentro de las cuales una de esas nos era angustiosamente probable: las células insurgentes del conflicto se habían reactivado, o por lo menos, en la ciudades capitales. Es en este punto cuando podemos introducir al otro grupo que fue ignorado también en el deal de 2016 y que volvió a resonar aún más en el año 2019, ese grupo son las BACRIM. Con nombres difusos y amenazas explícitas, a estos grupos se les atribuye la muerte de más de 150 líderes sociales en lo que iba de Septiembre del año pasado. Cabe destacar que los orígenes de estos grupos datan de las extintas guerrillas paramilitares de derecha las AUC, cuyos vínculos se le enlazan directamente con el narcotráfico y se sospecha que con el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Todo lo mencionado anteriormente lo hago con el propósito de establecer el vínculo causal que se convierte en el común denominador entre todos los agentes mencionados con antelación; y es el hecho de que la cocaína como cultivo ilícito se ha convertido en un negocio rentable para las partes que se han hecho un monopolio con ella. A principios de los 2000´s, Colombia suministro el 90% de la cocaína mundial al unísono que cada vez más grupos al margen de la ley se diversificaban en este medio. Fue tan grande la rentabilidad que estaba generando la coca para los narcos e “insurgentes” que hasta el revolucionario ELN anti-imperialismo, se inmiscuyo en el comercio de la misma para sustentarse. Cabe destacar aquí que, ante el claro estado de emergencia por el cual estaba pasando Colombia a mediados de los 90´s debido a la confluencia del conflicto armado, el narcotráfico y la crisis socio-económica, le fue necesario al país buscar ayuda fijando su mirada en el grande norteamericano. Fue así como el Plan Colombia surgió en aras de paulatinamente subsanar los problemas por los cuales estaba pasando la nación. Se puede decir que las relaciones comerciales entre EE.UU y Colombia mejoraron considerablemente tras la final del plan, pero, en suma este no logró acabar con el narcotráfico y en cambio produjo e introdujo más problemas a la nación, entre los cuales se encuentra el aumento de víctimas por el conflicto, el desplazamiento y la desaparición forzada y, por último, la integración del concepto “falsos positivos” como uno de los males que resonará para siempre en la historia Colombia.
¿Qué nos queda?, enfrentarnos a la Colombia cuya paz imperfecta sigue permitiendo el asesinato sistemático de líderes en todo el país y continúa aceptando que ecos pasados como los falsos positivos reincidan en nuestros vocablos cotidianos. Pero claro, estamos hablando de este extraño país llamado Colombia que tiene la pueril costumbre de celebrar la paz antes de lograrla, siendo esto así, ¿Qué supone uno?.
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