Por: María Bolívar
Seuxis Paucias, más conocido por su seudónimo como Jesús Santrich, es un guerrillero colombiano. Durante su época universitaria fue dirigente estudiantil, inició su militancia política en la Juventud comunista (JUCO) y posteriormente participó en la fundación de la Unión Patriótica (UP). A los 21 años tomó la decisión de ingresar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Común - Ejército del Pueblo (FARC-EP), vinculándose al Frente 19, al mando de Adán Izquierdo, donde permaneció hasta la firma de los acuerdos de paz. En la actualidad lidera la guerrilla FARC-Segunda Marquetalia.
Antes del fallido acuerdo de paz, las FARC tenían un plan estratégico para la toma del poder mediante la lucha armada. Con el rearme y relanzamiento de las FARC como organización guerrillera: ¿qué se espera lograr mediante la lucha armada?
SANTRICH: Lo cierto es que, en esencia, el Plan Estratégico sigue siendo el mismo diseñado por Manuel Marulanda Vélez y la antigua dirigencia insurgente. Se sigue pensando en la toma del poder por la vía insurreccional armada o alcanzar el establecimiento de un sistema social verdaderamente democrático en condiciones de justicia social, dignidad, libertad y soberanía.
Esta visión de la lucha había ido construyéndose y desplegando su materialización a partir de una caracterización del régimen que lo catalogaba como "régimen de terror", en el que los espacios para la lucha abierta para las organizaciones populares, y sobre todo para quienes pensaran en proyectos alternativos al capitalismo, estaban cerrados a sangre y fuego. Un cambio de ese carácter podía habilitar los espacios de solución dialogada, y por eso esa alternativa nunca se cerró. De ahí los intentos constantes de buscar una negociación que terminara en un entendimiento para abrir paso a la lucha democrática. Desafortunadamente esto no se pudo. El mayor intento que fueron los Diálogos de La Habana fracasó por cuenta de la perfidia institucional, desacreditó totalmente el “pacta sunt servanda” y nos colocó nuevamente en el camino de la guerra con más razones que antes para persistir en la lucha insurgente armada, pero ahora imprimiendo algunas variaciones que pretenden también darle mayor preponderancia a la acción de masas. En esa perspectiva, la lucha armada juega más un papel de resistencia, de legítima defensa y garantía de supervivencia y de posibilidad de retomar cualquier otro intento de salida dialogada. Sin la garantía de las armas, hoy está mas claro que nunca, que no habría posibilidad de nada.
Varios líderes de opinión y dirigentes políticos han afirmado que la Segunda Marquetalia le hace un favor al Uribismo al retomar las armas, ¿qué les respondería a quienes afirman eso?
SANTRICH: Esa afirmación es un sofisma, es el juego de las argumentaciones y persuasiones propio de las falacias que se inventan constantemente para disuadirnos y para disuadir a quienes puedan, efectiva o potencialmente, ser nuestros seguidores en lo que concierne a la necesidad de exigir cambios radicales en el injusto orden social vigente. Tendríamos que escribir nuestro propio Organón para tener lista una refutación sofística para cada truco propagandístico engañosos de estos que termina sumándose a la contrainsurgente guerra de baja intensidad.
Decir que si las FARC retoman las armas el uribismo se fortalece, implicaría decir que si las FARC abandonaban las armas el Ñeñe Duque, que es uribista, por ejemplo, habría perdido como candidato presidencial en su momento, y resulta que no ocurrió así. ¿Entonces cual es la verdadera causa del efecto que no se quiere que suceda, que para aquellas elecciones era, en circunstancias de desarme de la insurgencia, la derrota del uribismo y para el presente en circunstancias de rearme de la insurgencia, el no fortalecimiento del mismo? Repito que la afirmación sobre lo que me preguntan es un sofisma y además una estupidez con la que se arropan las derechas, extrema-derechas y centristas tibios que viven del discurso de paz así se esté muriendo medio mundo por cuenta de la inacción que generan en las masas en beneficio del establecimiento y el statu quo.
Se trata de la típica falacia de causa cuestionable (non causa pro causa), me parece, que establece una relación ficticia, espuria, para asuntos que dependen de muchas variables y me refiero tanto al “triunfo” del Ñeñe Duque, que contó con el dinero de las mafias para llegar hasta donde llegó, como contó con la permanencia del uribismo criminal enraizado en el Congreso, en las Cortes y el Gobierno, no precisamente por cuenta de la existencia de las insurgencias. El mismo argumento cave respecto a la posibilidad del triunfo del personaje que quieran imponer para las siguientes elecciones, o simplemente respecto a la peregrina invención de que nuestro rearme le hace un favor al uribismo. Miremos, más bien, por ejemplo, si de pronto los egos que impiden unificar a los sectores democráticos tienen o no algún peso específico en lo que concierne a la permanencia de la mafia uribista en el poder; o hasta donde influye el ingerensismo yanqui, o el fenómeno del clientelismo y la corrupción electoral, entre muchas otras variables que son bastante conocidas, y no busquemos la razón de la fiebre en las sábanas, o al ahogado río arriba.
A mí que no me vengan con esas frases de cajón de aquellos que no se comprometen de raíz con el proceso de cambio que necesita Colombia. Decir para el caso de la Segunda Marquetalia que los extremos se tocan para insinuar que con facilidad podemos estar en aquella situación que se denomina bandazo político o movimiento pendular, no es lo nuestro. No se nos puede dar alegremente este estatus porque no le juguemos al clásico punto medio, a la concordia oppositorum o coincidentia oppositorum. No, no, no… Que no le comamos cuento al posibilismo no quiere decir que le estemos dando juego al uribismo. En Colombia ha quedado claro que por ahora no hay condiciones para optar por la negociación y el compromiso con los adversarios políticos. Acúsennos entonces, más bien, de nos ser reformistas ni revisionistas, pero no de ser uribistas. Eso es sacarle el derrière a la responsabilidad propia que muchos dirigentes de “izquierda”, moderados y progresistas, tienen de no haber podido, al igual que nosotros, abrir efectivamente caminos de convergencia y alternativa. Su inepcia no depende de la nuestra, mucho menos cuando una de sus principales falencias está precisamente en no querer tocar de raíz los problemas del país, porque creen que con ello pecan y que se pasan de los límites que les impone el llamado lenguaje políticamente correcto.
Cierro diciendo que ni hay curas ateos, ni hay auténticos farianos que sean uribistas.
A pesar del incumplimiento de los acuerdos y el asesinato sistemático de ex-combatientes, hay quienes decidieron continuar con el Acuerdo y la lucha política desde un partido político en legalidad, ¿cuál es su opinión sobre las y los combatientes que se encuentran hoy en la vida política en el partido político “Comunes”?
SANTRICH: Tengo respeto y en muchos casos admiración por esa determinación de continuar en la legalidad tratando de defender los Acuerdos de Paz de La Habana y ejerciendo la lucha revolucionaria con el pecho desnudo y las manos vacías frente a un terrible enemigo criminal manejando el poder del Estado, por demás militarista y feroz, como el colombiano. Pero pienso que quienes persisten en tal legalidad, al menos en el universo de los excombatientes, por el momento, lamentablemente, solo puede tener dos rumbos de continuación, una es el del martirologio a manos de un régimen que jamás va a perdonar el decoro de quienes le adversaron con las armas, y el otro el de la claudicación y el dejarse asimilar por el sistema, tal como ya lo han hecho dirigentes otrora notables como el caso de Timochenko, Lascarro y Lozada. Podría haber puntos intermedios, sí, pero muy marginales y sin opción de ser verdadera resistencia revolucionaria contra-hegemónica.
La lucha legal, abierta, por parte de la izquierda revolucionaria y de los sectores democráticos es una opción válida y que tiene recorridos exitosos en muchas partes del mundo, pero por las características terroristas del régimen colombiano, lo que indica la experiencia es lo que se ha visto en materia de guerra sucia contra esos sectores, contra unos más que contra otros, pero con la clara consecuencia, hasta ahora, de que no han permitido que se afecte el statu quo, la estabilidad del orden social vigente. Quiero decir, entonces, que la caracterización del régimen como régimen terrorista obliga al uso de la rebelión armada como legítimo derecho frente a un Estado tiránico y opresor.
Continuará...
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