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EL QUIJOTE QUE LUCHÓ CONTRA GIGANTES DE VERDAD

Por: Sebastián Vargas A.


Hubo una época en la que los sueños se convirtieron en vorágine que arrastró a hombres y mujeres. Una época en la cual las ideas se plasmaban en el lienzo de la historia con la convicción de que se tomaría el cielo por asalto. Se actuaba con la alegría de quien construye futuro cabalgando las más diversas utopías. Vidas que se vivían para los demás, o vidas que se sacrificaron cuando su chispa ardió tanto que se consumían hasta quedar cenizas.

De esa generación quedan pocas memorias vivas que nos puedan relatar sus epopeyas. El tiempo les ha ido reclamando como suyos, y uno a uno han partido hacia la eternidad de la historia. Lucio Urtubia era uno de ellos, abandonó este mundo el 18 de julio a sus 89 años, pero las ideas que encarnó en vida lo mantendrán viajando de mente en mente y de palabra en palabra, porque como dijo el Che, a quien conoció en vida: Podrán morir los hombres, pero jamás sus ideas.

Lucio Urtubia salió de las entrañas de la clase obrera, un albañil de profesión y anarquista por convicción. Desde joven se sacudió las cadenas que lo ataban a una religión, una tierra, y una patria, y convirtió a la libertad en su guía y estandarte. Y es que lejos de lo que se cree, el anarquista no lucha por simple capricho contra la autoridad, si no que lucha por que el ser humano sea libre de cualquier cadena que pueda ser encarnada en forma de dios, patrón o Estado. Lo surrealista y mágico de la vida de Urtubia es que mientras muchos anarquistas combatían desde las barricadas, o hacían volar por los aires cualquier símbolo de opresión, Lucio atacaba el corazón mismo del sistema. Lucio se convirtió en el temor de los banqueros cuando con técnica y precisión logró falsificar billetes de cambio del todo poderoso City Bank, que para la época era uno de los bancos más poderosos del mundo.

Su astucia y técnica como falsificador pusieron en jaque a todo un sistema, tal fue su poder, que, aunque habiendo caído preso, las autoridades se vieron obligadas a dejarle libre ya que sus máquinas seguían produciendo billetes de cambio en la clandestinidad. Las autoridades y los mismos de City Bank le retiraron cargos a Lucio con la condición de que este entregara las maquinas falsificadoras y así fue. Pero su talento no solamente fue usado para falsificar dinero, Lucio logró falsificar todo tipo de documentos como cédulas y pasaportes que le permitieron a varios perseguidos políticos del mundo, refugiarse bajo una nueva identidad. Entre ellos muchos comunistas perseguidos por el régimen de Franco.

Solo queda recordar los versos de León Felipe en los que dice: “Ya no hay locos, ya no hay locos, ya no hay locos, amigos ya no hay locos. Todo el mundo está cuerdo terrible, horriblemente cuerdoLa vida y obra de personajes como Lucio solo se puede honrar mediante la lucha, levantando el estandarte de aquel hombre que no luchó contra molinos si no contra gigantes de verdad.

Que la tierra le sea leve.


 

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