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EL ARTE, LA PROSTITUTA SOCIAL

Actualizado: 17 dic 2019

Por: Andrés Hochmuth


En los escases y la mala remuneración que tiene el trabajo de un artista, podemos ver como muchos de ellos se venden por unas pocas monedas que dejan en una mesa de noche.


El arte en la sociedad es una herramienta de transformación, de acogimiento y de liberación; algo que muchos de los poderosos no han podido comprender y simplemente ven el arte como una prostituta. Ahora veremos en este juego de seducción y lujuria como llevamos el arte a la cama, lo acostamos y logramos hacerlo nuestro.


La seducción

El poderoso es elegante, impecable y con la imagen de bonachón; sutilmente pasa su mirada por ese lugar, ese sitio escondido donde se encuentra su presa, ahí indefensa y con sus sueños a flor de piel, con sus manos llenas de libertad, sus ojos llenos de fuerza, su cuerpo reproduce una sensación de amor, claro, en su rostro maquillado no puede faltar la pasión. Ella simplemente le mira, le sonríe y le brinda la mano, Él la acerca a su cuerpo y comienza a manosearle como si él fuese el dueño.


El enardecimiento

Entre chanza y chiste, este mitómano logra seducir a la prostituta a tal punto que ella decide llevarlo a su habitación, en esa danza lujuriosa de besos y desnudos, el ahí frente a su sumisa decide acostarla, apisonar sus brazos llenos de libertad y oprimirlos con sus manos llenas de ideas políticas, corrupción y adoctrinamiento; le mira a los ojos y sabe que ya le está controlando.


La sumisión completa

Ya maniatada y con su cuerpo ardiendo ella grita y desgarra su voz, entre gozos y sollozos él ahora recorre con su boca todo su rostro hasta por fin lograr que los labios de su puta queden sellados con los suyos; ahora procede a penetrarla y es en ese momento en el que ella sabe que siempre estará a su servicio. Y como si fuese un acto fugaz o imaginario, el sale tranquilo y con su pinta de buen hombre y deja a su víctima en la cama usada, manoseada y con unos pocos pesos sobre la mesa de noche.



El trabajo está hecho

Ella simplemente toma un baño, se maquilla, se pone atractiva, coge su dinero y vuelve a la primera planta a esperar otro cliente, siempre pensando todo lo que perdió y lo poco que ganó, perdió sus brazos de libertad, en su boca ya no hay esa ingenuidad y por su cuerpo recorre esa suciedad política, sin embargo se siente satisfecha; gracias a ese mitómano ella puede comprarse otro rubor.



 

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