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COLOMBIA ALEGRE Y VIOLENTA

Actualizado: 17 dic 2019

Por: Andrés Hochmuth


Podrá encontrar en este documento, las verdades de la tiranía de nuestro país, la realidad de una economía desgarradora, el dolor tan “normalizado”, la justicia, el poder y sus manos criminales. En fin, lo que leerá a continuación, será la historia de una Colombia alegre y violenta

¿Qué es lo que no nos permite avanzar como país?

Es una pregunta que plantea William Ospina en su libro “Pa' que se acabe la vaina”

La marcada discriminación hacia nuestras raíces y lo que somos se remonta desde la colonización, los colonos nos impusieron una religión y una lengua según su modelo, lo cual obligo a las comunidades indígenas a retirarse hacia zonas aisladas para sobrevivir. Por aquella época nuestras tierras fueron explotadas y se nos dio un trato inhumano haciéndonos sentir inferiores. Hay que aceptar que la colonización de cierto modo fue un avance, pero desde un principio se marcó el privilegio de la población blanca pasando a los nativos a un segundo plano. Quienes tomaron el poder fueron personas que no representaban nuestros intereses (algo parecido a hoy) que hacen leyes que solo benefician a los que nunca usaron ni usarán ruana, sombrero ni botas; leyes que los acaudalados festejan, mientras que el populacho llora con su sometimiento, sangra con su trabajo y muere en su pobreza. Nuestros dirigentes nunca se preocuparon por una sociedad en donde prime la igualdad, su interés siempre fue imitar los modelos económicos de otros países, La influencia externa también nos dejó problemas como el narcotráfico y la guerra.

“La paz nace de reconocer nuestras diversidades y aprender con hechos, que juntos somos y podemos hacer un cambio tangible por nuestra sociedad” (autor anónimo)

Colombia era un país poco conocido, sin embargo a través de algunas expresiones artísticas como es el caso de la literatura con Gabriel García Márquez, de la pintura, con Débora Arango, la música como el Porro, la Cumbia, el Currulao, en fin, Colombia le mostró otra cara al mundo. Pero esto no es suficiente, para ser reconocidos internacionalmente como un país inmensamente rico en cultura, cuyas ganas de prosperar vencieron la narco-cultura y las épocas oscuras de la historia debemos tomar esas innumerables muestras de cultura como un pilar de crecimiento nacional y apropiarnos de ellas para sobre ellas construir la nueva sociedad colombiana.

Como ya lo había dicho, las guerras van de la mano con la historia humana y dieron pie a los conflictos como masacres, atentados y guerras, una de las más conocidas y duraderas fue la que se libró entre Liberales y Conservadores. A partir del surgimiento de las guerrillas el gobierno ha tomado el conflicto interno como un negocio lucrativo en donde nuestro ejército no hace otra cosa más que lastimar a su pueblo, cuando su fin debería fundamentarse en la protección del mismo.

Las veces en que los ciudadanos se han manifestado buscando un cambio se les ha acusado de ser parte de la violencia (pero esta misma lucha a veces es aceptada por el propio estado quien no juzga a los criminales como debe ser.)

Tal como sucedió en el año 2013 con el paro agrario nacional, donde por primera vez los campesinos exigieron condiciones dignas de trabajo, que su mano de obra fuera reconocida y las multinacionales dejaran de monopolizar el país. Como otro ejemplo tenemos la Masacre de las bananeras, donde primaron los intereses de una empresa norteamericana y no la vida de muchos trabajadores humildes que protestaban por algo justo.

Nuestros dirigentes se encuentran ciegos ante la ambición de la riqueza, y los ciudadanos somos el producto de una larga historia marcada por la violencia, el llanto de las madres, el dolor de los huérfanos, y la desolación de las tumbas, se nos es imposible tener la confianza viva en el Estado, porque sabemos que los campos se transformaron en territorios de terror, y que nuestro país que es tan rico en diversidad biológica, flora, fauna, es una mina de oro para los extranjeros que quieren saquearnos. Aun podemos ser considerados como una masa de incivilizados quienes pelean entre sí, la guerra ya se reconoce como algo natural, algo que hace parte del día a día de nuestra nación.

Por esta razón nacen muchas de las guerrillas con el ideal de un “mejor futuro sin embargo ese principio se tergiversó desde el momento en que el Estado, en vez de tomarse un momento para escuchar sus peticiones, dialogar y llegar a un acuerdo, simplemente les empezó a atacar como si fuesen criminales (que en sus inicios no lo eran).

En Colombia ha existido gente con las mejores intenciones, pero en medio de su búsqueda para llegar al poder se les acusa de inadaptados y salvajes, por el simple hecho, de que no tienen el mismo origen de aquellos sujetos que hacen parte de la élite de nuestro país, tal como es el caso del Sacerdote Camilo Torres quién se dio cuenta que el Derecho no era suficiente para combatir la inequidad , en Colombia la ley es enemiga de la justicia, él no era un guerrillero, era un idealista, un soñador y un precursor de la revolución de las ideas. La apariencia internacional es mucho más importante que las verdaderas necesidades del pueblo, un caso evidente es, nuestra relación con Estados Unidos, puesto que nos tiene como importador principal, les debemos dar nuestro mejor “pan” mientras ellos brindan nada más que las “migajas”.

Entre el estado y la guerra hay una relación de amor y odio ya que las dos se necesitan para poder sobrevivir.

Colombia necesita un pueblo entero comprometido en la transformación. Necesita creer profundamente que el poder no está en una silla lejos del mundo, que el poder está en cada lugar. En cada mente, en cada mujer y hombre, el poder está en tus ideas y en tus transformaciones, solo has parte del cambio.

Se puede llegar a una finalidad:

Los colombianos aunque tengamos la vida democrática más antigua de Latinoamérica, no hemos aprendido a utilizarla, Sangre negra, mestiza y mulata y tratamos al país como pedazo de lata, simplemente es la realidad, es hora de leer, de escribir y de pensar en que la educación de un país es el punto transformador de una sociedad enferma y contaminada.



 

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